La hora nunca es exacta
entre dos relojes
siempre hay tres minutos que se pierden
irreparablemente en el tiempo
en el cuarto de trabajo
frente a la computadora
los segundos perdidos flotan
se diluyen con el miedo que se agita dentro
y recubren
todo el perímetro de mi cabeza
si pudiera verme desde afuera
vería la luz estéril de tanatorio
que me ilumina
como el fluorescente que ilumina
el cuerpo inanimado
pienso
que el monitor y mis lentes son una misma cosa
una pantalla que mira hacia la vida
dos más pequeñas que miran hacia la muerte
y mi cuerpo es
un punto en contra luz donde colisiona
el universo histérico
el universo hecho polvo
el universo tuyo
que violentamente
se separa del mío.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
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