martes, 30 de mayo de 2017

Mi boda

Soñé que de repente estaba en una boda dentro de una iglesia pequeña y de color verde agua en un lugar desconocido de alguna zona rural; poco después me di cuenta que, ¡era mi propia boda! Estaba a punto de casarme con una desconocida, entonces me levanté, salí de la iglesia, tomé un carro y solo manejé.

Manejé lento observando el paisaje y las pequeñas casas y establecimientos al lado del camino. Me detuve frente a una chicharronera de donde salía una música que me resultaba familiar. Entré y vi en una tarima de madera a tres adolescentes tocando las piezas que hace poco subí a internet con el nombre de Estadio del espejo. Aunque les hacía falta una guitarra y sintetizador, se las sabían completas, las habían arreglado un poco y entonces les salían bastante bien. Cuando dejaron de tocar me les acerqué y les pregunté que cómo esas canciones habían llegado hasta la tarima de una chicharronera. Les conté que un amigo y yo las habíamos inventado. Se pusieron todos felices y yo me puse más feliz aún, porque estaba escuchando la música que hicimos desde nuestras computadoras en una chicharronera en medio de quién sabe dónde.

Luego salí a fumarme un cigarro y llegaron mis tías, mi abuela y mi mamá enojadísimas. Creo que también estaban enojadas porque les costaba mucho moverse dentro de los vestidos que llevaban puestos.
Me dijeron que lo que yo había hecho era una deshonra para la familia de la muchacha y para mi familia. Que la novia estaba devastada por mi decisión y mi actitud.

Yo les dije que lo que hice lo hice porque no tenía idea de quién era la novia y porque tampoco tenía idea de cómo fui a aparecer ahí.
Me encogí de hombros y le pegué un jalón a un Marlboro Ice Blast de los que Diego trajo hace poco de Guatemala y que el viernes pasado me dio de probar en Escalante.

Rato después, mientras caminaba (dejé el carro en la chicharronera), al otro lado de la calle vi a alguien que me resultaba conocido, caminé un poco más rápido para distinguirle mejor la cara y me di cuenta de que, ¡era Orlando Bloom! Andaba en traje entero, tal vez venía de mi boda o de otra boda cercana pero no me animé a preguntarle. Solo le pedí que nos hiciéramos un selfie. Aceptó y nos tomamos como 25 selfies antes de que el mae dijera “got it!”

Ahí fue cuando me desperté. Lo primero que hice fue buscar en mi teléfono el selfie, luego alguno de los selfies, luego fotos con gente famosa, me di cuenta que no tengo fotos con nadie famoso, luego busqué fotos con mi familia, fotos con mis amigos de siempre, fotos con mis nuevos amigos, por último busqué fotos con vos hasta devolverme al 2013, cuando no tenías acné en la cara y vivías en un apartamento que parecía alguna escenografía de teatro ochentera, donde cansada y por última vez me dijiste, venite a vivir conmigo.

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